Comunidad Bet Hilel

PARASHAT TAZRÍA

Por Rabino Dr. Ari Bursztein
Cada año, cuando volvemos a leer parashat Tazría, junto a su parashá posterior, parashat Metzorá, cuyo tema principal es la impureza que producen determinadas enfermedades de la piel, nos sumamos generalmente a centenares de generaciones de exégetas que intentaron espiritualizar el mensaje de la Torá, transformando a las enfermedades en consecuencias de pecados morales, individuales y sociales. Aquí mismo hace un año, traje un comentario en el cual se hacía hincapié en el alejamiento social del enfermo, lo que representaba un periodo de introspección y de arrepentimiento ante la hipótesis de la enfermedad como síntoma de algún tipo de mal comportamiento.
Así también, los comentaristas clásicos intentaron abstenerse lo máximo posible de dar algún tipo de explicación médica a las palabras de la Torá, ya que pensaron que esa era una especie de trampa traicionera, que por un lado rebajaba a la Torá a cuestiones mundanas, pero que sobre todo le daba un sentido pasajero.
Quisiera de todas maneras proponer un comentario médico-histórico de un aspecto de la parashá, con todos los peligros que esto conlleva, y centrarme nuevamente en el alejamiento del enfermo del campamento.
Posiblemente la peor calamidad humana de la Edad Media fue la así denominada “Peste Negra”. Entre 1348 y 1350 la Peste Negra causó la muerte de unos cien millones de personas, se calcula entre un tercio y la mitad de la población europea y el Lejano Oriente de esa época. Algunos dicen que la erradicación total de la Peste Negra tardó varios siglos. En su momento, nadie conocía las causas de la enfermedad mortal. Una de las teorías populares, relacionaba a los judíos con el envenenamiento de las aguas de los ríos europeos. A pesar de que algunas autoridades políticas y religiosas se opusieron a esta teoría, la imagen del judío satánico pudo sobreponerse a todo y miles de judíos fueron masacrados y decenas de comunidades europeas destruidas totalmente. Recién hacia fines del siglo XIX se elaboró una teoría estructurada con basamento científico, cuya hipótesis era que la causa de la peste negra era un tipo de pulga que habitaba en determinadas ratas negras que fueron traídas a Europa por vía marítima a través de viajes comerciales desde el Lejano Oriente.
Esta teoría no pudo explicar una de las claves de la extrema peligrosidad y velocidad con la que avanzaba la peste, desde el sur al norte de Europa, ya que no había semejante cantidad de ratas como para dar muerte a cien millones de personas. Sólo hacia fines del siglo XX, parece haber aparecido otra teoría superadora. La causa de la Peste negra no fueron las pulgas de las ratas, sino una poderosa bacteria que se contagiaba fácilmente entre humanos a través de las vías respiratorias. Esta teoría se basa en el hecho que según los registros, los índices de mortalidad comenzaron a bajar en Europa sólo después de la implementación de la «cuarentena», es decir, de la separación de los enfermos de la sociedad.
Volvamos a nuestra parashá. Miles de años antes de que las ciencias médicas llegaran al descubrimiento de la existencia de bacterias contagiosas, la Torá propuso un sistema de lo que podríamos llamar en cierto sentido «salud pública», por medio del cual se intentó evitar el contagio de determinadas enfermedades. Esa separación social, que hoy veríamos con ojos desconfiados y con los miramientos morales correspondientes al siglo XXI, es tratada en la Torá con extrema cautela. El objetivo del cohén, que en este caso vendría a ser también el “médico”, no es sólo alejar el peligro del campamento, sino también arriesgar su vida para ser parte de un proceso gradual de reinserción del enfermo a la sociedad. Los alejamientos no son de cuarenta días, sino que el control es semanal. El enfermo no es abandonado a su suerte para que muera tranquilo y no afecte a los demás, sino que se lo cataloga dentro de una de las categorías «religiosas» a la cual pueden pertenecer también personas que pasaron por procesos naturales que no tienen que ver con enfermedades: la impureza. Todos los impuros tienen en potencia la posibilidad de volverse puros. En el caso de nuestra parashá, que se refiere a enfermedades dermatológicas, el cohén que hace de médico es el responsable de que el impuro no quede a la deriva, que el estar fuera del campamento no sea sólo una situación de muerte solitaria, por lo cual la preocupación por su curación se transforma también en un acto religioso-moral de purificación.
Una vez más, en este caso vemos como la Torá se preocupa especialmente por los débiles, cuando el riesgo del contagio tiene que ser constatado por una autoridad jerárquica, representante de la comunidad.
¡Shabat Shalom!

Rabino Dr. Ari Bursztein
Decano de Asuntos Académicos y Director del Instituto Abarbanel
Seminario Rabínico Latinoamericano
Fuente: https://www.seminariorabinico.org/parashat-tazria-06-04/

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