Comunidad Bet Hilel

Parashat Mishpatím – De la tierra al cielo

Por Nora J. Kors de Sapoznicoff

La parashá Mishpatím se divide en dos partes bien diferentes una de la otra.

Inicia como continuando con el final de la parashá anterior, Itró, donde se expresaron las Aseret haDibrot, conocidas universalmente como los Diez Mandamientos.

Aquí se explica con más detalle, con ejemplos claros, cómo deben aplicarse estos “mandamientos”. Los trae a una realidad que aún es lejana para el pueblo, porque ellos todavía están en el desierto, sin embargo los transporta a circunstancias supuestas para el futuro.  Así pueden ir internalizando unas leyes, normas de vida que son muy diferentes a aquellas con las que habían crecido en Egipto.

La semana pasada eran “Palabras” que D’s habló a Moshé, en esta parashá le dice “Y estas son las leyes que habrás de exponer ante ellos” (Ex. 21:1), comienza a delinearse un rigor en su aplicación.

Es llamativo que lo primero sobre lo que se legisla es respecto a la conducta de los hebreos para con los esclavos, recordándoles permanentemente que ellos fueron esclavos. Le sigue aquella persona que provoque la muerte de otra, el castigo de muerte a quien le pegue o maldiga a su padre o a su madre y continúa.

Si la parashá pasada es famosa por los Diez Mandamientos, esta tiene su nicho de fama en el capítulo 21:24, en el que aparece: “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie…”. Las penas van en relación a los daños.

Así va transitando y legislando en cuestiones muy concretas de la vida cotidiana, que parecieran dejar poco lugar a la interpretación. Los jueces deberán juzgar con justicia y evitar desviarse por ningún motivo de la ley.

Se incluyen temas referentes a la propiedad, a la dignidad de las personas y el cuidado al huérfano y a la viuda.

Cuando la Torá se refiere a esclavos, bueyes o burros, podemos sentirla alejada de nuestra realidad, de nuestro estilo de vida actual, pero cuando dice “No has de propalar rumores falsos…” o “No estés en pos de los numerosos para corromper, ni prestes falso testimonio en pleito para desviar…” (Ex. 23:2,3) ya no nos parece tan así y, tal vez, nos sintamos más identificados con su contenido.

En realidad, todo esto sucede porque la Torá no fue dada solo para esa etapa, sino para todas las generaciones, para toda la vida. En ese momento no habían estudiosos que pudieran interpretarla, así que D ‘s dió las bases iniciales para que se pudieran regir en esos primeros tiempos. Más adelante, nuestros sabios, de bendita memoria, fueron estudiando y analizando la Torá para dar forma a la legislación (Halajá) que pudiera ser aplicada en cada época. Por ese motivo es importante continuar con su estudio y poder, sin pretender manipular ni forzar la ley, reevaluar las leyes para que sean aplicables en cada generación, a medida que la humanidad evoluciona.

Hasta aquí, todo parece muy terrenal, muy humano.

La segunda parte sale de lo racional.

D’s le dice a Moshé que vuelva a subir a la montaña. Moshé escribe todas las palabras de Adonai en un Libro del Pacto y el pueblo, una vez más, acepta el pacto y esta vez dicen “Todo lo que ha dicho Adonai haremos y aceptaremos*” -“Naasé venishmá”- (Ex. 24:7). Entonces, por mandato Divino, ascienden parcialmente a la montaña Moshé y Aharón, Nadav y Abihú (hijos de Aharón) y setenta de los ancianos de Israel. El único que completará el ascenso será Moshé, el resto de la comitiva sólo se acercó un poco más que el resto. Sin embargo “Percibieron ellos la Gloria del D’s de Israel y, bajo el trono de Su Gloria, era cual obra de ladrillo de zafiro y cual la esencia misma del cielo, en pureza” (Ex. 24:10). Esta es una visión y una sensación sobrenatural, pareciera que D’s les hubiera permitido acercarse a su presencia, pero no tanto. Los estaba elevando para que fueran conscientes de la Gloria Divina, porque ellos colaboraban con Moshé en impartir justicia y esto incluía el cumplimiento de ese pacto que habían aceptado. Sin embargo, Moshé les pide a los ancianos que se queden esperando a que baje y deja a Aharón y a Jur como líderes, para gobernar y resolver las dificultades o disputas que pudieran surgir.

Tal vez Moshé no sabía cuánto se iba a demorar y, si bien los ancianos eran de gran ayuda en su labor de auxiliar en las consultas y litigios, es probable que Moshé haya querido evitar una lucha por el liderazgo en su ausencia, dejando en claro quienes lo suplantarán.

Nosotros sabemos que Moshé permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches, nos lo dice el último versículo de esta parashá ¿Lo sabrían Aharon y el resto de los que lo habían acompañado? ¿Se habrá enterado el pueblo de que sería así? ¿Qué pasó con los setenta ancianos durante ese tiempo? ¿Cumplieron realmente con sus funciones? ¿Les transmitieron a la gente la experiencia maravillosa que vivieron en el primer trayecto del ascenso de Moshé, en la que ellos lo acompañaron? ¿Qué pasó con Jur? La Torá no nos cuenta nada al respecto, pero sí sabemos (sin spoilear) cómo termina este ascenso de Moshé o, mejor dicho, qué encontrará Moshé cuando descienda.

El pueblo aceptó el pacto en muchas oportunidades, reconoció el liderazgo de Moshé en otras tantas, fue testigo de maravillas Divinas y temió ante la presencia imponente de Dios, pero aun así, una y otra vez se degradó.

Tal vez el desafío sea transitar la vida buscando el equilibrio que nos plantea este juego de amor o temor, racionalidad o fé, confianza plena o duda permanente, la ley como está o actualizarla, todo o nada, para descubrir que ningún extremo sirve, que siempre es necesario un complemento que equilibre la balanza. Difícil tarea.

Que en este shabat podamos rescatar el valor del respeto por todos los seres vivos y la esperanza de que pueden ocurrir cosas maravillosas, inexplicables, que nos reconforten y nos traigan alivio.

Shabat shalom umeboraj!

 *literal: oiremos