Comunidad Bet Hilel

Parashat Ha´azinu – Un canto estremecedor

Por Nora J. Kors de Sapoznicoff

Moshé está llegando al fin de sus días, él lo sabe y se dirige al pueblo intentando tocar su fibra más íntima. Convoca al cielo y a la tierra para que escuchen las palabras que iba a pronunciar. ¿Acaso el cielo y la tierra lo podrían escuchar? De ser así, ¿Era necesario que los convoque, no oirían sus palabras de todos modos?

Moshé le habla al pueblo, ellos sabían de la conexión que tenía con D’s, pero aun así pone como testigos de sus palabras al cielo y la tierra, como símbolo de perpetuidad. Él iba a desaparecer de la faz de la tierra, como todos los seres humanos, pero su legado quedaba así refrendado por la primera creación Divina.

Sus palabras finales, no son solo palabras -Devarím-, son un canto. Esta no es la primera vez que aparece un canto como forma de expresión. Cuando el pueblo escapó de Egipto, se abrieron las aguas del mar, lograron cruzar y estar a salvo, “Entonces Moshé y los hijos de Israel cantaron…” (Éxodo 15:1 – 18). En ese momento era exaltación absoluta, tanto fue así que Miriam (hermana de Moshé) y las mujeres, también salieron bailando y cantando.

En esta parashá el canto comienza con la firmeza de ser escuchado por el cielo y la tierra. A esto le sigue una suavidad poética sensorial, conmovedora: “Goteará cual lluvia mi enseñanza, fluirá cual rocío mi dicho; cual llovizna sobre el césped y cual lluvia sobre la hierba” (Deut. 32:2). No hace falta imaginarlo, se siente en la piel. Pero inmediatamente después el tono cambia drásticamente. Describe a un pueblo vil que permanentemente transgredió, rompió su promesa, su pacto, aunque vio la grandeza de D’s y todas las acciones que Él realizó para cuidarlo y conducirlo bajo Su ala protectora.

Llama a recordar los días pasados, a conocer y comprender qué sucedió en cada generación. Es un mensaje para el pueblo que lo escucha en ese momento, pero también para las generaciones por venir. No se trata de tener una actitud pasiva para recibir información, “preguntá a tu padre y él te contará, a tus ancianos y ellos te lo dirán” (Deut. 32:7), cada uno es responsable por saber. No llegamos a este punto, a este momento (cualquiera sea) de la nada y por nada, tenemos una historia, alguien nos precedió, alguien nos acompañó, nos guió y nos cuidó. Sin embargo, somos responsables de nuestros actos, los acertados y los errados. Somos responsables de nuestros dichos, de nuestras enseñanzas, así como de nuestras omisiones.

Describe cómo D’s se enfureció con el pueblo que cuando tuvo abundancia y hubo saciado su apetito, se olvidó de su origen y desvió su camino. Su castigo sería quitarles Su apoyo, dejarlos vulnerables frente a sus enemigos, pero no tanto, para que no se confundan sus adversarios y piensen que su gloria les pertenece.

La descripción es dramática, el fin es recordar y reconocer que D’s es único, que no hay otros dioses, todos esos serían falsas creaciones humanas, sólo Él da la vida y la quita. Él hace morir y vivir, Él hiere y cura y nadie puede evitarlo. Por eso Moshé les canta de este modo tan crudo, para llamar a la conciencia de hombres y mujeres del pueblo, aunque el final da lugar a la esperanza.

Les advierte: “Entréguense de corazón a cumplir todas las palabras de esta ley que hoy les he expuesto y vean que sus hijos las cumplan y ocúpense de cumplirlas. No se trata de palabras sin sentido, sino que se trata de su propia vida” (Deut. 32:46 – 47).

Todo esto lo expresa en forma de canto, tal vez, porque sabía que de ese modo tendría otro impacto. Las palabras se las puede llevar el viento, pero la canción tiene el poder de fijarse con más fuerza en la memoria. La canción son las palabras y la melodía, que crean un vínculo entre lo racional y lo emocional y justamente así es como desea que llegue el mensaje que transmite. Le dice al pueblo: sean conscientes de sus actos y de sus consecuencias, obren con sabiduría, estudien, pregunten, aprendan del pasado para poder construir en el presente para el futuro. No se olviden de dónde vienen, así podrán llegar adonde desean ir. Les da un mensaje racional de un modo estremecedor y sensibilizador.

Finalmente, D’s le ordena a Moshé que suba al monte Avarim, a la cumbre del monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, donde morirá, para que contemple la tierra de Canaán, esa que les da a los hijos de Israel, pero a la que él no entrará.

Moshé sabe que ya no tiene mucho más para dar, ni tiempo, y quiere preparar al pueblo para lo que vendrá, quisiera que no repitieran los errores del pasado e intenta brindarle las herramientas. Tenía la experiencia de todos los años transcurridos ¿Tendría confianza en el pueblo? ¿Habrá sentido temor? ¿Habrá sentido impotencia? ¿Resignación, tal vez? No lo podemos saber, pero sí podemos tomar las enseñanzas de su canto, vivir nuestras vidas sin desviarnos siguiendo ídolos superficiales, falsos dioses que nos conviertan en personas falsas; reconocer con humildad que no somos nuestros propios creadores, que debemos aprender de nuestra historia, de nuestros padres y ancestros y asumir la responsabilidad de transmitir a las generaciones por venir; y ser agradecidos por lo que tenemos.

¿Estaremos a la altura de responder al canto de Moshé?

¡Shabat Shalom!

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