Comunidad Bet Hilel

Parashat Bemidvar (Shabat Kalá): desiertos en la ciudad

Por Rab. Ioni Shalom

La vida puede parecer por momentos un desolado desierto. Podemos sabernos rodeados de gente y sin embargo sentirnos tan solos. Sin embargo, esa lejanía incluso puede hasta ser necesaria. El desierto es símbolo de profundidad, de plenitud, de introspección, de evaluación y de elección. Es el lugar de los infinitos caminos, donde uno puede detenerse y contemplar en perspectiva para determinar las decisiones de la vida.

Este Shabat no solo recibe el nombre de nuestra Parashá Bemidvar (en el desierto), sino que también es conocida como Shabat Kalá (el Shabat de la novia), pues es el previo a la festividad de Shavuot, momento en el cual el Pueblo de Israel recibe la Torá en el Monte Sinai. En ese momento, Israel es comparada con una novia que pacta con su marido (Dios) a través de una Ketuvá (Torá).

Sabemos que Moshé es quien sube al monte, quien escribe la Torá y quien la entrega a través de sus líderes al Pueblo de Israel (Avot 1:1). Sin embargo, hay un detalle que llama la atención del ojo crítico. ¿Quién escribió la última parte de la Torá? ¿Cómo hizo Moshé para escribir su propia muerte?

El Talmud trae dos opiniones distintas acerca de qué sucedió en el momento final de la escritura de la Torá (Baba Batra 14b-15ª). La primera explica que fue Ieoshúa, sucesor de Moshé, quien escribió en el momento de la muerte de su líder. Pero existe otra opinión interesante:
אָמַר לוֹ רַבִּי שִׁמְעוֹן אֶפְשָׁר סֵפֶר תּוֹרָה חָסֵר אוֹת אַחַת וּכְתִיב לָקֹחַ אֵת סֵפֶר הַתּוֹרָה הַזֶּה אֶלָּא עַד כָּאן הַקָּדוֹשׁ בָּרוּךְ הוּא אוֹמֵר וּמֹשֶׁה אוֹמֵר וְכוֹתֵב מִכָּאן וְאֵילָךְ הַקָּדוֹשׁ בָּרוּךְ הוּא אוֹמֵר וּמֹשֶׁה כּוֹתֵב בְּדֶמַע כְּמוֹ שֶׁנֶּאֱמַר לְהַלָּן וַיֹּאמֶר לָהֶם בָּרוּךְ מִפִּיו יִקְרָא אֵלַי אֵת כׇּל הַדְּבָרִים הָאֵלֶּה וַאֲנִי כּוֹתֵב עַל הַסֵּפֶר בַּדְּיוֹ

Rabí Shimon dijo: ¿Es posible que al rollo de la Torá le falte una sola letra? Si está escrito: “Toma este rollo de la Torá” (Deuteronomio 31:26), lo que indica que la Torá estaba completa tal como está y que no se le agregaría nada más. Más bien, hasta este punto, el Santo, Bendito Sea, dictó y Moisés repitió después de Él y escribió el texto. De aquí en adelante, con respecto a la muerte de Moisés, el Santo, Bendito Sea, dictó y Moisés escribió con lágrimas.

La escena es impactante, estremecedora. Moshé escribiendo con sus propias lágrimas que caen sobre la Torá. Agua del hombre que brota en medio del desierto. Allí, recordando que fue él mismo quien recibió la Torá como mensaje por las generaciones.
Y tal vez esta sea una imagen inspiradora. Sabemos que no todo lo podemos. Hay momentos en los que la vida nos sorprende, nos pone a prueba, nos obliga a enfrentarnos a aquello que no esperábamos. A veces con alegría y otras con lágrimas de tristeza. Y es allí donde la Torá vuelve a aparecer. Como si cada uno de nosotros debiera escribir su propio libro. Nos inspiramos en todos aquellos que escribieron por y para nosotros. Somos parte de su historia, los honramos y dedicamos nuestras vidas a continuar sus obras. Del mismo modo, nosotros también somos escritores con lágrimas. Tal vez esa inspiración es la que nos ayuda a atravesar los desiertos, sabiendo que somos nosotros, inspirados en nuestros antepasados y con la esperanza en los que nos siguen, para llegar a una nueva tierra de promesa. Tal vez no sea la misma que alguna vez soñamos, pero sin dudas será la tierra que albergue a todos aquellos a quienes amamos y con quienes no sentimos la soledad del desierto.

Shabat Shalom

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