Comunidad Bet Hilel

Parasha Balak

Por Sabrina Mancovsky

Nos relata que Balak, rey de Moab, aterrorizado por el rápido avance del pueblo de Israel,
convoca a Bilam ben Beor, un profeta que tenía enorme fama como hechicero, a fin de
convencerlo para que maldijera a los israelitas y, como consecuencia, pudieran los moabitas
vencerlos, y así no consigan ocupar sus tierras.
Ante esta petición tan peculiar, Bilam les responde que debe consultar al D’s, quien le
advierte de abstenerse de maldecirlos ya que habían sido bendecidos, previamente, por Él.
Esta respuesta no dejó satisfecho a Balak, que envió una nueva y más acreditada
delegación para insistirle a Bilam, ofreciéndole cuantiosas riquezas. Nuevamente Bilam,
decide consultarle a D’s. En esta ocasión, Adonai le da permiso para acompañarlos pero le
ordena que haga y diga sólo lo que Él le mande. Así, montando su asna, los acompaña al
día siguiente. Balak sale al encuentro de Bilam, preguntándole las razones de su reticencia
a lo que Bilam responde que sólo hará lo que D’s mande.
A la mañana siguiente subieron a una altura (Bamot Baal) para observar al pueblo de Israel,
y se supone que desde allí debe maldecirlos. D’s se le aparece y le ordena regresar y decir,
frente a Balak y los jefes de Moab, una bendición a Israel.
Tres veces Bilaam trató de maldecir a nuestro pueblo, y tres veces el Todopoderoso colocó
bendiciones en su boca. Ante esto Balak se enfurece y le echa en cara que habiéndolo
traído para maldecir a Israel, él les haya bendecido en tres oportunidades. Bilam le
responde que él le había advertido que sólo acataría el mandato de D’s.
Este relato nos invita a pensar cuántas veces hasta hoy en la actualidad, en lugar de la
construcción personal se opta por la eliminación del otro. Nuestro pueblo mismo ha sufrido
este odio, la historia ha mostrado una y otra vez hasta qué punto los enemigos de Israel
prefirieron su aniquilación, aun a expensas de la destrucción de sus propios pueblos, en vez
de concentrarse en obras constructivas que podrían beneficiar tanto a ellos como a sus
vecinos.
Para reflexionar sobre esto los invito a pensar: ¿por qué el rey no pidió a Bilám una
bendición para su propio pueblo en vez de maldecir a Israel?

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