Comunidad Bet Hilel

Parashot beiajad: Jukat

Crecer, es ser parecidos a lo que en verdad somos.

La parasha de esta semana corona los 40 años del pueblo de Israel en el desierto. Comienza con la ley de la para adama, la vaca roja y se pronuncia sobre la impureza de la muerte y cómo purificarse luego de estar en contacto con una persona que haya fallecido. A diferencia de otros sacrificios de la Torá, este animal debe ser completamente consumido por el fuego hasta ser solamente cenizas. Se quita la vida al animal, se lo destruye y se lo quema sin dejar ningún rastro. Pero, ¿Para qué? ¿La Torá nos está anticipando aquello que va a pasar más adelante?

El capítulo comienza con la muerte de Miriam. Luego de su entierro el pueblo se queja de la falta de agua y Moshé golpea la piedra en vez de hablarle. Dios le dice a Moshé y a Aaron que no van a entrar a la tierra prometida. Ya finalizando el capítulo muere Aaron y así comienza a cumplirse la profecía de la transición generacional.

Hay una simetría obvia en el capítulo que comienza con la muerte de Miriam y se cierra con la de Aarón, pero también hay una simetría menos obvia que subraya la naturaleza transformadora de este capítulo.

Los versículos que hablan de la muerte de Miriam y de la de Aaron usan las mismas cinco palabras para describir esto: “Toda la tribu de los hijos de Israel”. Everett Fox, un traductor e intérprete de la Torá, traduce esta frase como “Los hijos de Israel, la comunidad entera” y el hecho de que se usen estas palabras solamente aquí y no en otra parte de la Torá, es notable.

Rashi, sugiere que el arreglo de estas palabras está puesto para enfatizar que es esta la comunidad que va a entrar a la tierra de Israel, ya que aquellos que salieron de Egipto, murieron.

Con estas interpretaciones, podemos ver que el pase de liderazgo es aún más claro. No solo que Miriam y Aaron mueren en esta parasha, sino que también todas aquellas personas que no vayana a entrar en la tierra prometida. Pero luego de la muerte de Aaron y el duelo de 30 días, la gente se queja… ¡Otra vez!. El lenguaje es similar a las quejas anteriores de los israelitas: ¿por qué nos sacaste de Egipto para morir en el desierto, donde no hay pan ni agua? (Números 21:5).

¿Cómo es posible que este sea el pueblo transformado que es, según Rashi, «perfecto y destinado a entrar en la Tierra Prometida»? La escena parece seguir la fórmula de los «israelitas quejosos» que se puede ver muchas veces en el libro de Bamidbar. El pueblo se queja, Dios se enoja y suceden cosas malas al pueblo, en este caso, serpientes. Pero encontramos en este capítulo algo que no se esperaba, y muestra que la próxima generación de israelitas está surgiendo; el pueblo asume la responsabilidad de sus acciones y reconoce que se ha equivocado. En el judaísmo, no se espera que seamos perfectos, pero si que reconozcamos cuando nos equivocamos, asumamos la responsabilidad y tomemos medidas para hacerlo mejor en el futuro.

Este capítulo es la primera vez que vemos que el pueblo hace esto. No culpan a Moshé, ni a Dios, no tuercen la verdad como lo hizo Aarón con el becerro de oro. Dan un paso al frente y reconocen que no estuvieron bien, que perdieron el foco y la fé al hablar mal de Dios. Este es el primer signo de maduración de la comunidad.

La importancia de asumir las responsabilidades de las acciones no es solamente una enseñanza para la comunidad del pueblo de Israel mientras se preparan para entrar a la tierra prometida, es una lección que cada uno de nosotros debe aprender en su propia vida. Se necesita tiempo para adquirir la madurez y el coraje para reconocer cuando nos equivocamos, cuando herimos a otra persona, pero es un ingrediente clave para crecer y expandir todo nuestro potencial.

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