Comunidad Bet Hilel

Actuar, dejar que otro decida o que D’os resuelva

Por Nora J. Kors de Sapoznicoff

La parashá Lej Lejá presenta el inicio de una nueva etapa en el relato bíblico, enfocado directamente en los albores del nacimiento de un nuevo pueblo.

Comienza con la palabra de Dios que le dice a Abram: “Lej lejá meartzeja umimoladeteja umibeit abija el haaretz asher areca” – “Véte de tu país y de tu lugar natal y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gen.12:1)

No hay preludio, hay un mandato Divino, directo, sin motivo, sin explicación, pero con una promesa “Y te haré un pueblo grande, te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición” (Gen. 12:2)

Entonces Abrám, tomó a su mujer Sarai, a su sobrino huérfano Lot y sus bienes, así como un grupo de personas y partió para emprender un viaje sin un destino conocido, pero lleno de promesas.

Abram actuó motivado por su fe, no dudó.

Pero no todo resultó tan fácil y sobrevino una hambruna y decidió partir con todo los suyos a Egipto en busca de sustento. Temió por su vida y, en lugar de invocar al Señor, le pide a Sarai que diga que es su hermana para que no lo maten. Eso llevó a que, dado que ella era muy hermosa, la llevaran para que fuera concubina del faraón y él lo compensó por esto. ¿Abrám vendió a su mujer? ¿Permitió que se la llevaran sin protestar? ¿Dónde quedó su fe incondicional en el Dios Único? Entonces Dios actuó, les trajo plagas a los egipcios y expulsaron a Abrám y a todos los suyos.

Continuaron así su travesía. Tanto Abrám como Lot tenían grandes posesiones y comenzó a haber discordia entre los pastores de uno y de otro, entonces Abrám le dice a Lot que decida dónde prefiere asentarse, que él irá hacia el otro lado. Muestra su grandeza, su humildad y su deseo de vivir en paz, deja que el otro decida y actúe primero.

Más adelante, como resultado de la conquista de cuatro reyes de la zona, Lot cae prisionero. Abrám no duda en tomar un grupo de su gente y sale en combate para liberarlo. Revela una valentía que se contrapone a lo sucedido en Egipto. Actúa con firmeza y decisión y logra su cometido.

Pero la vida le hace difícil la posibilidad de ser padre y la solución viene de la mano de Sarai, que le propone que se allegue a su sierva Hagar para que así pueda ella ser madre por su intermedio. Al quedar embarazada, Hagar comienza a tratar con desprecio a Sarai. Entonces Sarai le dice a Abrám que todos los agravios que estaba sufriendo recaen sobre él, a lo que Abrám le responde que Hagar era su sierva, que hiciera con ella lo que le pareciera bien. ¿Le da la oportunidad a Sarai para que ella decida, como lo había hecho con Lot, o se está desentendiendo del problema? ¿No tenía autoridad suficiente Abraham para poner a una sierva en su lugar y evitar el oprobio a su mujer? ¿Dónde quedó su valor, su defensa incondicional a su familia?

Está claro que la Torá nos presenta al primero de los patriarcas con características muy humanas, acciones elogiables y conductas cuestionables. Lo mismo ocurrirá con el resto de los patriarcas y los grandes líderes. Pero también se ocupa de dejar en claro quiénes son aquellos valorados por sus acciones y quienes son repudiados.

No estamos exentos de equivocarnos, pero tampoco podemos escudarnos en eso para justificar nuestros errores o no procurar evitarlos. La Torá nos da montones de ejemplos para aprender de ellos, está en nosotros tomar de los buenos para hacer el bien e intentar ser mejores personas. Que su mensaje nos llegue a lo más profundo de nuestro ser y nos lleve a actuar con amor, respeto y humildad.

Shabat Shalom uMeboraj!

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