Comunidad Bet Hilel

Parashat Vaigash: “Viejos son los trapos”

Rab. Ioni Shalom

Fuimos cuidados por ellos, nos entregaron su amor, su dedicación, su tiempo y sus recursos más preciados. Pero difícilmente podamos devolver a aquellos que nos criaron, nos educaron y nos inspiraron, todo lo que recibimos. Pero lo peor sucede cuando ni siquiera somos conscientes ni agradecidos por todo ello. Abraham J. Heschel reflexionaba: “Los veo enfermos y despreciados, derrotados y amargados, rechazados y solitarios… aferrados a la esperanza de algún afecto que no llega” (La democracia y otros ensayos, Pag. 205). Es una imagen un tanto cruel, pero que también expresa la imposibilidad de toma de conciencia por parte de aquellos que quieren, pero no pueden comprender las necesidades de aquellos que se encuentran en una edad avanzada.

¿Cómo podemos intentar relacionarnos con esas personas que dedicaron sus vidas a hacer florecer su proyecto más ambicioso: a nosotros?

Esta semana la Torá nos regala la historia del reencuentro de Iosef con su padre, después de años de separación, engaños y sufrimiento. El texto bíblico dice que Iosef “le envió lo siguiente: diez asnos cargados con lo mejor de Egipto” (Bereshit 45:23).

Sin embargo, queda la pregunta ¿de qué es eso tan preciado que le envió Iosef a Iaakov? ¿A qué se refiere la Torá cuando dice “lo mejor de Egipto”? ¿Qué le envió? Los sabios del Talmud (Meguilá 16b) explican que lo que le envió fue vino añejo. Tal vez sea porque el buen vino apacigua y agrada a los adultos. A lo mejor, simbolice, como siempre se explica, la dimensión de la alegría. Pero existe otra interpretación. Rabí Efraim Zalman Margaliot explica que mucha gente mayor suele sentirse débil y deprimirse cuando está junto a alguien joven, lleno de fuerzas y vigor. Pero el vino añejo recuerda que hay cosas en este mundo cuya calidad se intensifica con el transcurso del tiempo, su bouquet se va refinando progresivamente y se torna profundo y delicioso al paladar exigente. Del mismo modo, la sabiduría y experiencia de los mayores, son el resultado del desarrollo intelectual, espiritual y existencial que han desarrollado en sus vidas. Tienen tanto para enseñar aún, tienen tanto para compartir.

Heschel concluye diciendo que lo que merecen es preferencia, no caridad. Que son dignos de respeto y que nuestra tarea es descubrir todo lo que tienen para seguir dándonos de manera útil. “No hay ningún ser humano que no guarde un tesoro en su alma: un momento de percepción interior, el recuerdo de un amor, un sueño de perfección, un llamado al fervor religioso… el respeto por los ancianos, el diálogo entre generaciones, es tan importante para la dignidad del joven como lo es para el bienestar del anciano” (La democracia y otros ensayos, Pag. 205).

Shabat Shalom

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