Comunidad Bet Hilel

PARASHAT VAIEJI

Por Marta Kohan de Graizman

Cada Shabat bendecimos a nuestros hijos con la milenaria bendición “Iesimjá Elohim keEfraim ve keMenashé..”

El origen de esta brajá la encontramos en Génesis: 48:20, en los últimos momentos de la vida de Iaacov, cuando se dirige a cada uno de sus hijos de acuerdo con sus características, les deja mensajes, de manera casi profética, como sabiendo lo que sucederá a futuro.

Pero en lugar de bendecir a Iosef, bendice a los hijos de Iosef y, una vez más, alterando el orden de la primogenitura, cruza las manos y coloca su mano derecha sobre la cabeza de Efraim (a pesar que era el menor) y la izquierda sobre la cabeza de Menashé (a pesar que era el mayor).

¿Es que Iaacov no había aprendido nada en su vida? ¿Estaba repitiendo “viejas mañas”?

Él, que había engañado a su padre Isaac para adueñarse de los beneficios de la primogenitura de Esav, logrando la separación de la familia; él, que al casarse con las dos hermanas, Lea y Rajel, había vivido las tensiones, la hostilidad, los celos entre hermanas y sus hijos, ¿por qué procedió de esta manera?  

Dice el midrash, que eligió a los hijos de Iosef, que eran sus nietos, en lugar de bendecir a Iosef, porque aparece una imagen de hermanos que no pelean; una imagen de hermanos que se complementan, y son hijos del Pueblo nacidos en tierra extranjera, en la tierra de Egipto.

Por otro lado, cuando los bendice, entrecruza sus manos ¿Por qué?

Antes de los años de hambruna Iosef había tenido a sus dos hijos con Osnat , hija de Potifar, sacerdote de On. A su primogénito lo llamó Menashé: porque “D´s me ha borrado, me ha hecho olvidar (nashá) todas mis penas y la casa de mi padre”. Al segundo lo llamó Efraim (fructificar) pues “D´s me ha hecho fructífero en la tierra de mi aflicción”:41:50-52.

El pasado era muy amargo para Iosef, y trató de taparlo, de borrarlo.

Iosef, de quien no se puede negar su resiliencia, comienza una nueva historia a partir de la anterior, pero tratando de olvidar. Con el correr del tiempo, y en el pináculo de su éxito, y estabilizado, sintió que a pesar de eso, él no era de ahí, que a pesar de todos sus logros (había fructificado), venía de otro lado, era un extranjero, un exiliado.

 Menashé representaba el olvido, Efraim la memoria.

Iaacov, según el relato bíblico, sabía, porque D´s se lo había anunciado en una visión, que sus descendientes se quedarían un largo tiempo en Egipto. Quería dejar un mensaje: el de vivir en una tierra extranjera adaptándose pero sin olvidar sus orígenes, y así lo hizo a través de la bendición a los hijos de Iosef.

Esta es una de las formas en que  comienza a escribirse la historia de nuestro pueblo: no olvidando sino comprometiéndonos con nuestro origen, en nuestra Tierra Prometida o donde nos toque vivir.

Cadena de bendiciones: desde Abraham, Itzjak, Iaacov, los Bnei Israel antes de su entrada a la tierra prometida, bendecidos por Moshé en Deuteronomio 33:1, cerrando la Torá.

La bendición en familia uniendo a los que están y a los que ya no, nos recuerda que somos parte de algo que nos trasciende, de un pueblo milenario.

A través de nuestras manos y de nuestras palabras Vaiejí (vivirá), es que viviremos.

Shabat Shalom

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