Comunidad Bet Hilel

Parashat Balak

Cuando actuamos en la vida, cuando emitimos opiniones o juicios; es porque creemos que tenemos “una verdad”, que se convierte en “la única realidad”. Es inevitable que nos comportemos de esta manera, ya que la vida es tomar decisiones constantes. Estas apreciaciones del entorno llegan a nosotros a partir de los sentidos, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que tocamos, los que experimentamos, etc. Sin embargo, hay veces en que lo que nos parece ser, no es, y al insistir en ello nos condenamos a cometer errores. 

Son esos momentos, en los cuales la confianza en la palabra de quienes nos conocen, nos quieren, nos aconsejan, es de valor incalculable. Ellos por su experiencia, logran ver más allá y nos advierten en el camino de la vida. La historia de Bilaam y su asna, es un ejemplo de ello. 

El rey de Moab sabe que el pueblo de Israel se está acercando, conoce su poder y teme. Con lo cual, contrata un profeta del mundo gentil (Bilaam) para maldecir a los judíos.  Inicialmente Bilaam rechaza la oferta, pero después de insistencia y negociación, acepta frente al ofrecimiento de riquezas y honores. Es así como ensilla a su burra y emprende el viaje. 

Cuando llegan al camino montañoso; enojado Dios con la decisión de Bilaam, envía un ángel para ponerse como obstáculo del asna y atemorizarla. Éste extiende su espada y bloquea el camino. La burra se aparta de la carretera y trata de regresar, pero el jinete golpea al animal para encarrilarlo nuevamente. Sin embargo, el ángel sigue obstruyendo el camino y el animal asustado, se apretuja contra la pared de la montaña; presionando la pierna de Bilaam.  

El gran profeta, no podía ver la figura angelical y por eso, reacciona violentamente. Nuevamente la golpea con más fuerza. El ángel comienza a acercarse. El asna desobedece nuevamente, llena de pánico hace tambalear a Bilaam, quien la golpea una vez más. Pero esta vez Dios abre la boca del animal: «¿Por qué me golpeas insistentemente? ¿Acaso no soy yo el mismo animal que has montado durante toda tu vida? ¿No sería más lógico que te preocupes por mi extraño comportamiento?”  

Y en ese instante se devela el misterio… el ángel espada en mano, se presenta a los ojos de Bilaam y le reprocha por los golpes al animal. Bilaam sólo logra decir: «Me equivoqué, pues no supe que estabas parado frente a mí en el camino” 

Bilaam dejando de lado su arrogancia y soberbia, asume su error Si una simple asna pudo ver la revelación del ángel, algo falló en él. 

La Torá nos enseña en este texto sobre la confianza. Confiar en quienes han probado su lealtad hacia nosotros, su sincero interés por nuestro bienestar; es también un “sentido” al igual que el tacto, el olfato y la visión, para ejercitar y aprehender. Las visiones pueden ser borrosas… Apoyarnos en las palabras de quienes logran ver más allá, y nos lo dicen, disminuye nuestras probabilidades de error.

Observemos la vida a partir de nuestro criterio y nuestros propios sentidos; pero nos seamos arrogantes y limitemos la mirada. Consultar, escuchar y confiar puede revelarnos grandes logros. 

Queda la pregunta repicando ¿Quién tiene mayor conciencia de la realidad los hombres o los animales? Quizás de acuerdo a la respuesta que obtengamos; sabremos la próxima vez cómo actuar. 

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