Comunidad Bet Hilel

Itró – 5776

Los hijos de Israel acamparon en el desierto de Sinaí frente a la montaña y Moshé subió a la cima a recibir las dos tablas del pacto, con los diez mandamientos.

En esa circunstancia comenzó a consolidarse la identidad nacional de ese grupo de ex esclavos, descendientes de nuestros patriarcas y matriarcas para las generaciones futuras.

Los mandamientos entre los seres humanos y Dios están basados en las creencias, opiniones y modos de pensar, pero con esto no es suficiente, ya que estos tienen que encontrar su expresión y concretizarse en comportamientos y estilos de vida que vendrían a ser los preceptos de acción.

Los mandamientos entre el ser humano y su prójimo comienzan con las mismas prohibiciones aceptadas por todas las sociedades que defienden la vida y los bienes del individuo. Pero estas prohibiciones reciben en nuestros textos la validez o la legitimidad del mandato divino.

Y es claro que la Torá no se conforma con preceptos y prohibiciones vinculados a la acción, y nos exige también autenticidad en las relaciones y en lo que concierne a los sentimientos y pensamientos.

Hay una clasificación de los mandamientos en el Midrash (Mejilta 20:14) que indica que a cada uno de los mandamientos de la primera tabla le corresponde uno de la segunda.

Entonces al quinto de los diez mandamientos que aparece en nuestra Parashá y en el capítulo 20 del libro de Éxodo: «Honrarás a tu padre y a tu madre, para que se alarguen tus días en la tierra que Adonai tu Dios te dio» le corresponde «No codiciarás».

La idea es que todo aquel que codicia termina dando a luz un hijo que terminará maldiciéndolo y respetando a quien no es su padre.

Esta interpretación sostiene la idea de la importancia del modelo. Nosotros con nuestras acciones diseñamos lo que nuestros hijos probablemente harán.

Parece ser que no es lo que le decimos a nuestros hijos, a los chicos o a los jóvenes en general, lo que va a guiarlos y a darles referencias para encontrar rumbos en un mundo incierto y hostil, sino lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Este argumento nos solicita ser guías y referencias de límites y valores que den sentido a la vida de nuestros hijos.

El quinto mandamiento es especial en comparación al resto de los mandamientos por varios motivos:

Aunque aparentemente nos ordena realizar una acción simple, esta orden es una especie de enunciado general que abarca variadas y diferentes acciones.
Desde su función estructural, no solo que nos anticipa desde lo temático que los próximos mandamientos se ocuparán de las relaciones entre el ser humano y su prójimo, sino que es un eslabón que une entre dos partes.

El padre y la madre están un peldaño más alto que el resto de los seres humanos para los hijos y merecen el mismo honor que se les da a un Rey y a Dios.
Una idea parecida aparece en los escritos de Filón de Alejandría.

Filón establece que los primeros cinco mandamientos comienzan con Dios creador del mundo y culminan con el padre que imita la acción de Dios dando vida a su descendencia.

Según su explicación, la posición de los padres se encuentra sobre el límite entre lo humano y lo divino.

Sin embargo nuestros sabios comparan el respeto al padre y a la madre con el respeto a Dios.

La raíz (k-b-d) כ-ב-ד es peso. Darle kavod a alguien, respetarlo, honrarlo significa entonces comportarse con la persona dándole importancia, considerándola una persona de peso y valiosa.

A veces, cuando respetamos a alguien, nos cargamos nosotros con responsabilidad y esfuerzos. Generalmente respetar a nuestros padres implica esta responsabilidad y esfuerzo. ¿Será por esto que la Torá promete una recompensa en este mandamiento?

De acuerdo a los sabios de la Mishná respetar a los padres no implica, hablar, amar, alabar o alegrarse, sino ocuparse, atenderlos.

Obviamente la Mishná se refiere a atender a nuestros padres cuando nos necesitan.

La palabra temor está relacionada con la disciplina, tiene que ver con prohibiciones hacia nuestros padres incluso aunque tengamos muchas ganas de hacer algo.

En cambio, respeto incluye las cosas que hay que hacer por nuestros padres aunque muchas veces nos pesen y no tengamos ganas de hacerlas.

Cuando los sabios de la Mishná se referían al respeto a los padres, entendían que los hijos deben ocuparse de los padres cuando estos se vuelven ancianos.

Vale la pena aclarar que Jazal traen la idea de que los padres comparten con Dios el acto de la creación del ser humano (Babli, kidushin 30 b)

En otras palabras: los padres son socios de Dios en su función, pero obviamente no idénticos a Él en su esencia.

Los padres están en un lugar de privilegio en las tablas y el mandamiento es claro, respetarlos ya que no son ni más ni menos que los socios de Dios.

Por otro lado madre y padre no son solo los biológicos, representan la tradición de varias generaciones.

Cuando los judíos somos instados al respeto del padre y la madre la demanda es histórica.

Aparece el precepto de saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Es honrar nuestra historia que está conformada por generaciones que vivieron por la continuidad de nuestra tradición y la vida de nuestro pueblo.

Shabat Shalom uMeboraj!

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