Comunidad Bet Hilel

Bó – 5777

En medio de la noche el ángel de la muerte pasó casa por casa y golpeó a cada primogénito en la tierra de Egipto. Desde el primogénito del faraón hasta el primogénito de la sirvienta.
Pero algunas casas el ángel de la muerte se las salteó.
Una mirada sobre estas casa y sus habitantes dan cuenta que se trataba de las casas del pueblo de Israel que habían realizado el precepto de Pesaj, es decir el sacrificio Pascual, tal cual les había sido indicado.
“Sacareis del rebaño corderos según vuestras familias y los sacrificareis para la pascua. Y tomareis un manojo de hisopo y lo mojareis con la sangre que verteréis en un vaso y salpicareis esa sangre en el dintel y las dos jambas de las puertas de vuestras casas, de las cuales no saldréis hasta la mañana”. Éxodo 12:21-22
Y la pregunta es: ¿De qué lado estaba la señal: del lado de afuera de la puerta o del lado de adentro?
Una posibilidad es que la sangre haya estado marcando el exterior de la puerta de entrada a cada casa y el significado de la señal fue entonces la predisposición de la persona de Israel para demostrar su fe en forma abierta, a pesar del peligro que implicaba, revelar su fe hacia la calle egipcia. Sin duda esa persona era la que tendría el privilegio de ser salvada por Dios.
Pero los exegetas: Rashí, Iben Ezra y otros analizan los versículos bíblicos y dicen que la sangre, la señal hecha con la sangre estaba del lado de adentro de la puerta, esto es raro porque se supone que era la señal para que el ángel de la muerte saltee las casas de los israelitas.
¿Y adentro que podría indicar o señalar?
Quizás es posible que haya sido así y el mensaje es más profundo y serio de lo que solemos pensar. El comienzo de todo proceso externo, en este caso el éxodo, debería comenzar por lo interno. La cuestión no es solo lo que la persona puede manifestar hacia afuera, sino ante todo que es y lo que está dispuesto a descubrir adentro, como una persona se ve a sí misma y como se define. La claridad en las convicciones nos permite pasar a lo externo con simpleza y destreza.
Los sabios enseñan que las cosas que están prohibidas hacer por apariencia (מראית עין) también están prohibidas hacerlas si estamos solos en un cuarto sin el público y la gente que nos mira.
El mayor peligro sucede cuando estamos solos y nadie nos ve. Es ahí cuando quizás rompemos las reglas o transgredimos. Y dicen que es ahí en lo que llamamos intimidad cuando se revela nuestra verdadera personalidad, cuando se manifiesta solida, verdadera, autentica, sin cálculos y estrategias externas.
Esta es una pregunta esencial en la época en la que vivimos. Nuestra cultura está llena de definiciones externas, influencias sociales, relaciones de reciprocidad, comunicación amplia, pero
¿Qué pasa en nuestro interior?
Cómo nos comunicamos con nuestro interior con lo que nos pasa. Somos capaces de definir quienes somos, que sentimos, cuáles son nuestras convicciones y creencias.
La gente joven está confundida, les cuesta más de lo que nos costó a nosotros definir quienes son, que son y tienen dificultades emocionales y espirituales intensas.
En el mundo religioso pasa esto también. La imposibilidad de definir con valentía qué lugar ocupa lo religioso en nuestras vidas, que lugar queremos que ocupe. Poder decir donde estoy y adonde me gustaría estar.
En realidad esta falta de definición es comodidad que nos permite comportarnos de diferentes maneras y hasta contradictorias. Si no hay parámetros, no seré juzgado, no sentiré culpa y tampoco me van a criticar. En una realidad de no definición toda será válido y posible. Ya no será relevante si algo es correcto o no.
Para mí es un tipo de libertad que genera un tipo de frustración o sentimiento de falta de sentido o de dirección.
Esto se palpa bien en el sistema educativo público y especialmente en la educación en las casas en los hogares. La autoridad de los padres está en peligro y por lo tanto la educación. Y no porque los chicos no estén dispuestos a recibir y aceptar la autoridad, sino porque los padres no tienen en su columna vertebral, su propio “yo creo” y a veces ni existe.
La Tora viene y aclara que la salvación depende ante todo de lo que pasa en nuestro interior, en nuestra capacidad de definirnos, diciendo, declarando, quiénes somos y que somos. Cuáles son nuestras fortalezas y también nuestras debilidades.
Una estructura educativa y cultural no tiene que imponer sus ideas a sus miembros, pero si tiene la obligación de decir en que cree y cuál es su camino hacia dentro.
Quien logra pararse y señalar en la puerta de su casa y en las puertas de su alma su creencia en Dios, es el que puede aspirar a una salvación externa y a la vista de todos.
Shabat Shalom uMevoraj!
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