Comunidad Bet Hilel

Parashat Vaietze

Parashat Vaietze – Trabajando por un sueño
por Rabina Daniela Szuster

Iaacov se escapó de la casa de su familia por temor a que Eisav lo matara, por haberle despojado con engaños de la bendición de su padre. Nuestro patriarca llegó a Jarán, donde vivía la familia de su madre, y se enamoró de Rajel. “Iaacov amó a Rajel y dijo: trabajaré para ti siete años por Rajel, tu hija, la menor” (Bereshit 29:18). Este versículo es muy especial, dado que hay pocos lugares en la Torá que se utiliza el verbo “amar” entre un hombre y una mujer. Podríamos decir que Iaacov fue el primer romántico y enamorado que aparece en la Torá.

La parashá nos cuenta que Iaacov trabajó los siete años que había prometido, y el texto agrega un acotación muy interesante: “Trabajó Iaacov por Rajel siete años, mas fueron en sus ojos cual pocos días por su amor hacia ella” (29:20). La amaba tanto que no se dio cuenta de su esfuerzo y el correr del tiempo. Su amor era tan grande que, a pesar de que Labán lo engañó dándole a Lea en vez de Rajel, Iaacov decidió trabajar otros siete años para casarse con su amada Rajel, y tampoco entonces se dio cuenta del pasar del tiempo. Pensando en Rajel, su vida se tornó relevante.

Esta porción de la parashá nos enseña acerca de la importancia de tener sueños, metas y proyectos en la vida. Cuando tenemos un horizonte hacia el cual dirigimos día a día nuestras miradas, nuestra vida se llena de sentido y regocijo.

Un ejemplo asombroso de este mensaje es lo expuesto por Víctor Frankel en su libro “El hombre en busca de sentido”, basado en historias ocurridas en los campos de concentración en la época del Holocausto. Cuenta acerca de cientos de prisioneros que, a pesar de la vida desfavorable en que debían vivir, el hambre, el trabajo excesivo, enfermedades; cuando tenían una meta por la cual vivir, una esperanza por la cual soñar, se mantenían con vida a pesar de la adversidad. Cuando esa meta se desvanecía, no podían resistir y morían. Así lo menciona el autor:

El prisionero que perdía la fe en el futuro, en su futuro, estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía, asimismo, su sostén espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en el sujeto del aniquilamiento físico y mental. (Pág. 76)
Si bien estas son vivencias en situaciones límite, también en la vida cotidiana lo que nos mantiene realmente vivos es el deseo y el empeño que ponemos por conseguir sueños y metas. Si no tenemos nada que alcanzar, es difícil recorrer con entusiasmo la vida. Dice Eduardo Galeano:

La Utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la Utopía? Para eso, sirve para caminar.
Cada uno debiera identificar cuáles son sus propios sueños, metas y proyectos para luego dedicarse a trabajar por conseguirlos. Aunque el esfuerzo agota, cuando el amor por lo que hacemos y queremos es tan grande, los años se viven como días, como le ocurrió a Iaacov.

La Torá nos enseña que cuando queremos algo y sabemos que es bueno para nosotros, debemos esforzarnos por conseguirlo. Lo que más apreciamos es más difícil de alcanzar, pero no es imposible. Para ello debemos ser perseverantes y pacientes, como lo fue nuestro patriarca Iaacov.

Shabat Shalom!

Fuente: “Unión Judía de Congregaciones de Latinoamérica y el Caribe”, Vaietzé 5768, https://ujcl.org/Ujcl/?p=201

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