Comunidad Bet Hilel

Parashat Ki Tavó

Por Rabino Howard Stecker

Dada la naturaleza compleja de la vida religiosa, ¿cómo podemos comunicar más efectivamente la instrucción religiosa? Este interrogante ocupa a rabinos, educadores y padres por igual. Mientras que la Torá no contiene ninguna definición explícita de la metodología educativa, la intención de transmitir enseñanzas religiosas se remonta a nuestra historia más antigua, y es el tema central de la serie de parashiot que leemos antes de los Iamim Noraím.

En cierta medida, el libro del Deuteronomio es un ejercicio extendido de pedagogía. Moisés, aceptando de mala gana que su liderazgo pronto llegará a su fin, se muestra hondamente preocupado de que las lecciones que ha tratado de impartir no hayan sido internalizadas antes de su muerte. Pronuncia diversos discursos, en los que repasa la historia de la nación y hace énfasis en la observancia de algunas de las mitzvot.

Ki Tavó, la parashá de esta semana, ofrece un número de ejemplos dramáticos de instrucción religiosa, con implicaciones para aquellos de nosotros que buscamos transmitir las enseñanzas religiosas hoy en día. Me gustaría explorar algunas de esas implicaciones y comentar sobre su relevancia actual.

Ki Tavó comienza con la ceremonia de los primeros frutos, que debía celebrarse después de la entrada de los israelitas a la tierra prometida. Cada granjero israelita, a la hora de presentar sus frutos, debía recitar un corto resumen de la historia sagrada, con énfasis especial en el viaje de la familia patriarcal hasta Egipto, el sufrimiento que soportaron allí, el éxodo de la nación y su llegada a la tierra que Dios les ha dado. Najmánides apunta que el granjero agradece a Dios con los frutos específicos que trae como ofrenda, reconociendo en ese momento que Dios ha cumplido su promesa de la tierra (Ramban en 26:3). La gratitud queda cristalizada con la ofrenda concreta del fruto. Tenemos que imaginar que el compromiso de los sentidos producido por el fruto, así como el recitado de la narración hecho por cada labriego, servía para encapsular la historia nacional. De este modo, hasta los granjeros que no habían vivido los acontecimientos iniciales, eran capaces de comprender su significado. Aún más, estos eventos se convirtieron en parte de su historia al ofrecer los frutos de la tierra. No sorprende, pues, que estos versículos constituyan la esencia del seder de Pésaj, el cual es un depuradísimo evento multi-sensorial que sirve para inculcar la apreciación de nuestra historia compartida.

Más tarde, se instruye a los israelitas que, cuando entren a la tierra, deben crear dos conjuntos de piedras alineadas con yeso: una para ser depositada al otro lado del Jordán y la otra en el Monte Ebal, cerca de Shjem. En las piedras, debían inscribir “esta Torá”, que según la interpretación de Rav Shmuel ben Meir, significaba todos los principios de Dios, y que podría referirse a las bendiciones y maldiciones pronunciadas desde el Monte Grizín y el Monte Ebal (Rashbam en Deuteronomio 27:8). Lo que queda claro es que las piedra s debían presentar un registro escrito, que serviría de recordatorio perdurable de la instrucción de Dios. Exceptuando las Aseret haDibrot, los Diez Mandamientos, estas palabras escritas constituyen las primeras porciones registradas de la Torá. Para una comunidad en proceso de acostumbrarse a la autoridad de la escritura, el grabado en las piedras fue una parte importante del proceso. Al ordenar el registro de las escrituras, Moisés pretendía asegurarse de que los israelitas incorporarían sus enseñanzas más allá de la presente generación. El impulso para escribir las doctrinas religiosas ha continuado a lo largo de la historia. Aún la instrucción destinada originalmente a la transmisión oral, como por ejemplo la Mishná y la Guemará, fue puesta por escrito, particularmente durante periodos de transición.

El acontecimiento más dramático que esperaba a los israelitas una vez cruzado el Jordán, era el recitado de las bendiciones que recibirían si habían observado la Torá de Dios, y las maldiciones que soportarían, en caso contrario. Las tribus se dividen en dos campamentos, uno a los pies del Monte Grizín durante la recitación de las bendiciones, y el otro en la cima del Monte Ebal durante la recitación de las maldiciones. Los Levitas hacen una lista de las maldiciones resultado de la abolición de mandamientos específicos, seguidas por un catálogo de bendiciones y un extenso inventario de maldiciones. Esta letanía de maldiciones llegó a ser conocida por los Rabinos como la tojejá, la advertencia.

La tojejá contiene cincuenta y cuatro versículos, donde se delinean las consecuencias de la desobediencia. Estos castigos son variados, gráficos y extrañamente poéticos en su gravedad. El pueblo sufrirá numerosas plagas, será invadido por un enemigo desalmado, recurrirá al canibalismo. Por la mañana, añorarán la tarde, y por la noche, anhelarán la mañana. Todos se volverán meshugá, locos, al haber sido testigos.

Como método educativo, el inspirar miedo es una práctica muy difundida, aún hoy en día. El autor James Joyce, en “Un Retrato del Artista en su Juventud”, presentó un sermón literalmente plagado de fuego y azufre, frente a los estudiantes de una escuela jesuita. Este sermón comparte algo de la misma implacable intensidad de la tojejá.

Pero sospecho que la mayoría de nosotros nos resistimos a usar el miedo como fuente de motivación, por lo que tal vez nos incomode esta parte de Ki Tavó. Cuando usamos el miedo, quizás fomentemos la obediencia, pero es poco probable que logremos crear un lazo afectivo. Es poco probable que la conexión orgánica entre el labriego israelita y sus cosechas y el destino histórico de su pueblo, sea inspirado mediante el temor. En su Mishné Torá, Maimónides trata sobre la diferencia entre miedo y amor como factores de motivación. Concluye que mientras el temor puede funciona r al principio, a fin de cuentas el amor tendrá como resultado un compromiso más duradero con las mitzvot.

En Ki Tavó, podemos ver la imaginación bíblica en acción, con el propósito de implantar en los lectores una conciencia de la historia sagrada y un compromiso con las leyes que fluyen de esa conciencia. Cabe destacar que, con una excepción significativa, en la actualidad todavía usamos los métodos descritos en la Torá. Tratamos de crear experiencias multi-sensoriales, registramos por escrito las cosas, aprovechamos cualquier oportunidad para dramatizar ciertos puntos. Y esperamos que aquellos que tratamos de alcanzar, vivan momentos en los que se sientan como el antiguo granjero israelita, consciente de su historia, participante orgulloso de esa historia, y agradecido con Dios por la abundancia en su vida.

Shabat Shalom!

Fuente: “Unión Judía de Congregaciones de Latinoamérica y el Caribe”, Ki Tavó 5764, https://ujcl.org/Ujcl/?p=1429

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