Comunidad Bet Hilel

Ki Tisá – 5776

¿Es posible que personas sensatas y en su sano juicio se maravillen ante un becerro realizado por ellos mismos y declaren: «aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto»? Éxodo 32:4

Después de tantos miles de años resulta complejo opinar y juzgar sobre lo que ocurrió allí al pie del monte Sinaí. Cómo explicar el comportamiento del pueblo que tan solo unas semanas antes había recibido la Torá, la revelación de la ley que dice:

«No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, Adonai tu Dios, soy un Dios celoso». – Éxodo 20:3-5

La parashá de esta semana describe uno de los sucesos más difíciles en la historia del pueblo de Israel en el desierto. La transgresión del becerro de oro:

«Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a reunirse con Aarón y le dijeron:-Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado! Aarón les respondió:-Quítenles a sus mujeres los aretes de oro, y también a sus hijos e hijas, y tráiganmelos. Todos los israelitas se quitaron los aretes de oro que llevaban puestos, y se los llevaron a Aarón, quien los recibió y los fundió; luego cinceló el oro fundido e hizo un ídolo en forma de becerro. Entonces exclamó el pueblo: Israel, aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto» – Éxodo 32:1-4

Este fue un acontecimiento traumático, inolvidable y que podría haber causado la desaparición de todo el pueblo. Algunos dicen que este evento fue el antecedente de todos los exilios vividos por Israel durante generaciones.

Algunos intentan explicar los motivos psicológicos que provocaron la realización del becerro llevando al pueblo a la trasgresión de la idolatría. Este episodio muestra quizás el estilo complejo, de Israel, lleno de contradicciones internas. En pocos meses Israel había vivido un sinfín de maravillas: el éxodo de Egipto, el cruce del mar rojo y la revelación en Sinaí. Y a pesar de todo esto, no pudo pasar la primera prueba, tener paciencia y esperar a Moshé el tiempo necesario para que regrese con las tablas, como testimonio del pacto entre Israel y Dios.

El pueblo se comportó como la persona que es incapaz de revisar sus valores y no está dispuesta a cambiar. Como el alumno que muestra un cambio, pero solo después de un proceso largo y arduo de estudio y aprendizaje.

Así es como muchos proclaman creer en la verdad, la justicia y el amor al prójimo, pero no siempre se manejan con la verdad, o son incapaces de renunciar a algo y realizar lo que otro quiere o considera adecuado.

Tal vez algo por el estilo ocurrió con Israel, proclamaron tener fe en Dios y creer en Moshé como líder, siendo testigos del éxodo de Egipto, pero a la hora de la carencia y debilidad, se inclinaron ante el becerro de oro por su brillo y aparente presencia.

Miremos la experiencia de nuestros antepasados y especialmente este hito, como señal para vivir con honestidad y sinceridad cultivando la perseverancia necesaria, la entereza real para sostener los valores y no caer en falsas declaraciones que nos impulsen hacia creencias vanas y superficiales.

Shabat Shalom uMeboraj!

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