Con el comienzo del quito libro de la Torá comienza la prédica de Moshé antes de su despedida. Se para frente al pueblo y les habla desde el corazón. De sus palabras percibimos su interés por la gente, su compromiso personal y su preocupación sincera por el pueblo de Israel.
Moshé le recuerda al pueblo que Adonai mismo los liberó de Egipto y se ocupó de que no les falte nada en el desierto durante cuarenta años. Menciona la apertura del Mar Rojo, la revelación en Sinaí, el maná que caía del cielo y la nube junto a la columna de fuego que los guiaba en la travesía.
A pesar de todo esto aun había personas que continuaban lamentándose y provocando divisiones y pugnas. A pesar de todos los milagros y maravillas continuaban estando las personas incrédulas y desconfiadas que se quejaban y extrañaban la olla de carne de Egipto.
Uno se pregunta ¿cómo es posible?
La respuesta es clara: reinaba la indiferencia y el apego a la rutina, la memoria a corto plazo y el sometimiento a lo material y concreto. Faltaba espiritualidad y memoria emocional.
Moshé les dice:
12 ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos? (Deuteronomio 1:12)
Las palabras de Moshé “Eijá Esá” (cómo llevaré) nos conectan con Meguilat Eijá y las profecías de Jeremías e Isaías advirtiendo al pueblo de los errores que llevan a la destrucción.
Las palabras de Moshé y de los profetas advirtieron al pueblo en aquel entonces y nos interpelan hoy a nosotros sobre las palabras, las quejas y los comentarios negativos que llevan al enemistad.
Parashat Devarim y las palabras de Moshé hacen hincapié en la fuerza de la palabra y la expresión.
Una palabra positiva beneficia y construye cosas buenas, una palabra negativa puede destruir y arruinar todo.
Nuestras palabras pueden crear un mundo ideal como el Gan Eden o un mundo insoportable que genere un infierno.
En el desierto de Sinaí sucedió esto, cuando las personas a pesar de las bondades y milagros no controlaron sus palabras y hablaron en repetidas ocasiones con desconfianza.
Dicen que durante la época en el que el Templo de Jerusalem existía, la vida era plena, no les faltaba nada y sin embargo la enemistad creada por el uso nocivo de la palabra trajo la destrucción.
El intercambio de ideas y la reflexión que no logra del consenso pueden ser positivos si surgen de la humildad, el respeto y la intención de llegar a la verdad. Pero cuando el motor es el ego y el interés personal, son destructivas.
En esta etapa de la Torá y de la vida de Moshé y del pueblo, aprendemos que podemos expresarnos y actuar positivamente, utilizar nuestros pensamientos y nuestras acciones cada día e influenciar para mejorar nuestra vida.
Shabat Shalom uMevoraj!